jueves, 5 de febrero de 2015

Soledad, querida y ocurrida

No necesita de mayor presentación el testimonio hecho a un ente de magnitudes sobredimensionales.
El testimonio se explica por si solo
Cuánto te amamos Soledad!



Soledad, como quiere ser llamada esta persona, es una mujer de veintitantos años que asegura ser la reencarnación de la musa inspiradora de ciertas bestias del libro de las Revelaciones. Trabaja y estudia o como ella se refiere: "vine para ser útil". Su existencia es parte del mal viaje producido por un potente fármaco alucinógeno en algún individuo, asegura de igual manera. Le he puesto un bozal porque creo que es suficiente como para que quien lea esto tenga una idea muy general de la mencionada.

En su infancia y hasta bien entrada su adolescencia vivió en las afueras de la capital de una urbe en Sudamérica, un lugar bastante inusual donde confluyen elementos contrarios, -¡Qué carajo, vacas pastando frente a una procesadora de metales!- Recuerda con una sonrisa en su rostro el tiempo vivido allí: el olor a fertilizante de los cultivos cercanos; la siempre peligrosa avenida donde era común ver salvajes desmembramientos, no es broma, incluso de gente; la majestuosa cordillera andina; las vaquitas; doña Laura; los mochileros, entre otras delicias, como menciona.

Cuenta que su alrededor era infinito e ilimitado, por las tardes y los fines de semana salía a caminar por el pequeño valle y las cada vez más pronunciadas cuestas que resguardaban su casa, además de salir a pensar salía a dormir. Irónicamente era regañada por su madre al ausentarse varias horas, irónicamente porque fue ella quien le enseñó los senderos y la placentera sensación de apreciar el silencio relativo.

Relata que a sus 14 años se perdió por primera vez en aquellos lares:
-¿Te ha pasado que en ciertos momentos la vida deja de ser tan cíclica o lineal? Simplemente sabía a donde ir, no me importaba no poder regresar ¡Qué engañosa mi gran  extensa amiga andina! Salí a las 7 de la mañana y a las 11 me encontré cerca de los pajonales, rápidamente me adentré y ¿cómo orientarme dentro de un lugar donde todo es exactamente igual a la vista y no existen senderos?
No sé cuándo pasó, pero mi mente se desconectó de mi materia y reflexioné que tenía mucho tiempo para pensar en lugar de estar preocupada, me eché sobre un colchón natural y veía el cielo, llegado ese punto no sabía si veía hacia arriba o veía el vacío desde arriba. Como diría cierta cantante pop-comercial del país: empecé a entender la tierra, a la magia y al destino. Debí quedarme dormida por unas 4 horas hasta que un pequeño aguacero me cayó encima. Sin preocupación y sin saber la ruta de regreso volví a mi casita.  
Fue la mejor despedida que me pudieron dar, no pasó ni un mes para la expulsión de mi familia de la vivienda y del terreno que ocupábamos.
Ah maldición! Tengo un nudo duro en la garganta! Que vaina, solo las princesas y los que escuchan vallenatos lloran…


En este punto la mujer prosigue con un relato más sombrío sobre sus últimos días en ese lugar, relato que desentonaría con lo ya expuesto.