El testimonio se explica por si solo
Cuánto te amamos Soledad!
Soledad, como quiere ser llamada esta persona, es
una mujer de veintitantos años que asegura ser la reencarnación de la musa
inspiradora de ciertas bestias del libro de las Revelaciones. Trabaja y estudia o como ella se
refiere: "vine para ser útil". Su existencia es parte del mal viaje
producido por un potente fármaco alucinógeno en algún individuo, asegura de
igual manera. Le he puesto un bozal porque creo que es suficiente como para que
quien lea esto tenga una idea muy general de la mencionada.
En su infancia y hasta bien entrada su adolescencia
vivió en las afueras de la capital de una urbe en Sudamérica, un lugar bastante
inusual donde confluyen elementos contrarios, -¡Qué carajo, vacas pastando frente a una procesadora de metales!- Recuerda con una sonrisa en su rostro el
tiempo vivido allí: el olor a fertilizante de los cultivos cercanos; la siempre
peligrosa avenida donde era común ver salvajes desmembramientos, no es broma,
incluso de gente; la majestuosa cordillera andina; las vaquitas; doña Laura; los
mochileros, entre otras delicias, como menciona.
Cuenta que su alrededor era infinito e ilimitado,
por las tardes y los fines de semana salía a caminar por el pequeño valle y las
cada vez más pronunciadas cuestas que resguardaban su casa, además de salir a
pensar salía a dormir. Irónicamente era regañada por su madre al ausentarse
varias horas, irónicamente porque fue ella quien le enseñó los senderos y la
placentera sensación de apreciar el silencio relativo.
Relata que a sus 14 años se perdió por primera vez
en aquellos lares:
-¿Te ha pasado que en ciertos momentos la vida deja
de ser tan cíclica o lineal? Simplemente sabía a donde ir, no me importaba no
poder regresar ¡Qué engañosa mi gran
extensa amiga andina! Salí a las 7 de la mañana y a las 11 me encontré
cerca de los pajonales, rápidamente me adentré y ¿cómo orientarme dentro de un
lugar donde todo es exactamente igual a la vista y no existen senderos?
No sé cuándo pasó, pero mi mente se desconectó de mi
materia y reflexioné que tenía mucho tiempo para pensar en lugar de estar
preocupada, me eché sobre un colchón natural y veía el cielo, llegado ese punto
no sabía si veía hacia arriba o veía el vacío desde arriba. Como diría cierta
cantante pop-comercial del país: empecé a entender la tierra, a la magia y al
destino. Debí quedarme dormida por unas 4 horas hasta que un pequeño aguacero
me cayó encima. Sin preocupación y sin saber la ruta de regreso volví a mi
casita.
Fue la mejor despedida que me pudieron dar, no pasó
ni un mes para la expulsión de mi familia de la vivienda y del terreno que
ocupábamos.
Ah maldición! Tengo un nudo duro en la garganta! Que
vaina, solo las princesas y los que escuchan vallenatos lloran…
En este punto la mujer prosigue con un relato más
sombrío sobre sus últimos días en ese lugar, relato que desentonaría con lo ya
expuesto.